El león reposa, dormido está en su jaula, nadie lo puede despertar, ni liberar, ha caído ya, rendido queda en las fauces del destino, abandonado ha su camino, la gloria no es para sí mismo; ni para los que lo rodean, todos con él han perecido, ahora son ovejas mansas y fiel servidumbre al fanatismo del humano egoísmo.
Cierra sus ojos, apaga su existencia y deja que otros hagan la suya, le lleven ante la duda, conduzcan en la negrura por la llanura hacia la espesura; la jungla ya no es su amiga, no hay agua ni comida, y la sabana queda lejana, abandonada por la nada, el recuerdo aún perdura, y vivir entre rejas lo tortura, para lo cual toma la única postura, la única por él conocida, morir en vida.
Vencida la fortuna de quien en sus garras termina, ya no es ninguna amenaza, ni pelea ni defiende ni ataca, sólo suspira, agacha la cabeza y camina con torpeza, sin esperar ninguna lindeza ni delicadeza de quien lo ata y maltrata, y con ello lo mata.
Ni siente ni padece, y de esta manera, tristemente perece, aunque no lo parece, para la gente corriente es una suerte, ver cómo este animal salvaje, agónicamente desaparece, y cuando fallece, le rinden homenaje al personaje que le dió muerte.